Manfredo Wolf nunca olvidará el día en que llegó al Chaco en el año 1986. Deslumbrado por los encantos de esa tierra, decidió quedarse para siempre. Wolf es un productor ganadero y un referente ineludible que conoce como pocos la flora y la fauna locales. Ante todo, Wolf es un hombre que ama la naturaleza. Está convencido de que el Chaco es ideal para la ganadería, pero siempre y cuando se respeten las reglas para no agredir el lugar. Por eso, invita “a buscar las formas razonables para hacerlo” y a respetar algunas reglas.
Wolf quiere a su tierra y, más allá de lo que le extrae productivamente, quiere preservar sus valores naturales y la vida de los animales, porque no es lo mismo producir que depredar. Desmontar, por ejemplo, no siempre es una tarea grata, pero sí necesaria para producir los alimentos que cada vez se reclaman más en el mundo. Por eso, es fundamental “buscar las formas razonables para hacerlo”. Es que este es productor ganadero –ingeniero agrónomo con un título de máster en Gestión Ambiental, un hombre con amplios conocimientos en Botánica– es, ante todo, una persona que ama la naturaleza.
“El 99 % de mi vida se centra aquí. Vi la potencialidad productiva y con el frío, con el calor, con la seca, con el exceso de agua, siempre encontré una cosa buena: aquí el animal crece bien, excepto si le falta realmente agua. El sistema de provisión de agua debe ser muy bien planificado cuando se pretende llevar adelante un emprendimiento ganadero y, más aún, considerando la posibilidad del tan anunciado efecto del cambio climático”, cuenta Wolf, que hace consultorías ambientales y asesora a productores sobre cómo desmontar.
Cuando el agua está “todo se pone verde, todo es alegría”. En particular, Wolf destaca el comportamiento del guaimi piré (conocida como “piel de vieja”, cuyo nombre es Ruprechta triflora), que con apenas cinco milímetros de lluvia se cubre con colores de diferentes tonalidades, conforme a la maduración, “y que así anuncia la llegada de la tan esperada época lluviosa”.
Su perspectiva histórica le permite saber cómo era lo que encontró hace más de dos décadas y media, y le da también autoridad para ver este momento de la región y para proyectar lo que viene. “Muchísimo ha cambiado el Chaco en estos veinte años. Los accesos eran terribles. Ahora siguen siendo un tema difícil en ciertas partes, pero antes era mucho peor. Hoy por hoy tenemos energía incluso en lugares bien alejados, imagínese lo que es. Hay mucho desarrollo y yo no encuentro una pujanza en otra zona del país como la que hay aquí. Quizá en poco tiempo seamos el número uno en provisión de carne. O por lo menos vamos a estar entre los primeros en América del Sur, tanto en volumen como, por sobre todo, en calidad”, apunta.
Según Wolf, la ley que hay en Paraguay sobre el desmonte es buena; el asunto es que se cumpla. “La norma establece la obligatoriedad de mantener como mínimo el 25 % de la superficie boscosa original, además de los bosques considerados protectores, que bordean los cursos hídricos o áreas frágiles desde el punto de vista edáfico. Asimismo, las parcelas de desmonte y el perímetro de la propiedad deben estar bordeados de franjas de bosques de, como mínimo, 100 metros de ancho”. Existen además otras regulaciones; por ejemplo, en las propiedades que tienen mucho palo santo se debe dejar, en forma de islas en las parcelas, el 5 % de la superficie habilitada; y dependiendo de la superficie es obligatoria la presentación de los estudios de impacto ambiental. “En síntesis, se puede señalar que el propietario invierte a favor del ambiente entre el 40 y el 55 % de la superficie adquirida, dependiendo de la característica particular de cada propiedad”, dice Wolf.
Ante el establecimiento, en la región Oriental paraguaya, del “desmonte cero”, y ante la eventualidad de que en el Chaco también se proponga esa medida, Wolf opina que el problema es que eso logra que la gente se asuste y apure los trabajos de desmonte. El impacto es mucho mayor así que si se hace en forma paulatina. En esos casos, la fauna tiene menos tiempo de adaptarse a los nuevos cambios. Para preservar la biodiversidad, Wolf cree que hay que saber combinar todas las necesidades: la del productor y la de la fauna que hoy tiene en el Chaco su hábitat natural. Es mucha y muy variada la fauna nativa que se alberga en el bosque. “Imagínese si nosotros empezamos a sacar hábitat, ¿dónde vamos a parar?”, se pregunta Wolf, quien advierte sobre la necesidad de tener mucho cuidado, tanto por la fauna como por el propio suelo.
“También trabajo para concientizar a la gente de que no use el bosque para el ganado: le estamos sacando a la fauna nativa su hábitat. ¿Qué le dejamos? Por eso es importante la franja de protección, dejar isletas, ya que el animal necesita eso. Se nota el estrés cuando hace calor o hace frío, entonces es importante el bosque desde todo punto de vista, porque el propio ganado utiliza esas franjas o islas de protección como resguardo. Es decir, el bosque es importante”, subraya Wolf, quien también se muestra preocupado por la caza deportiva –muy expandida en Paraguay–, una grave amenaza para la fauna silvestre.
Un camino para disuadir a los productores tentados a desmontar es pagarles por servicios ambientales, señala Wolf. “Si eso se implementa, estoy seguro de que muchos optarán por no hacerlo”. Sin embargo, para este productor rural las especies vegetales tienen mayor facilidad de recomponerse; no así la fauna. “En el suelo permanece por mucho tiempo una semilla, sin embargo, si le sacaste hábitat al animal y lo perseguís, no vas a tener una población capaz de mantenerse. Ojalá las cosas cambien y quienes lleguen al Chaco entiendan que hay que venir a producir, pero no a afectar lo que hay”. Wolf apela a que se genere un nuevo tipo de conciencia, más sensible y solidaria con las generaciones futuras.
Muy buen reportaje e interesante
Qué hermoso artículo! cuanto me alegra que Paraguay vaya hacia adelante . En este caso con políticas que generan riqueza para ese país, de la mano de su ganadería. Saludos desde Argentina!