“¡Hay que embarrarse las botas, che!”, me decía un vecino cuando en una reunión a la que habían llamado por radio, allá por el 96, llegaba la propuesta de bajar la carga para alcanzar mejores producciones. Nadie quería deshacerse de sus vacas, veníamos de un proceso inflacionario en que si cambiaba vacas por pesos, no se enderezaba más nunca. Por décadas se sucedieron propuestas que excluían al factor humano del esquema.
Los años pasaron…
La gente de aquella reunión hoy vive en la ciudad, con excepción de unos pocos que la siguen toreando. Conforman el “núcleo duro” de productores a los que no se les entraba con ninguna tecnología que los pudiera sacar de su arraigo a la ganadería antigua, porque iluso sería en creer que todo sigue igual, que voy a encontrar en cada pueblito un grupo de gurises jineteando los terneros de las lecheras, ensillando para hacer cinco leguas hasta llegar al baile de fin de mes o pealando de todo lazo en una yerra criolla con chorizo de desayuno, caña brasilera de largo a largo y el pastel con jabón para el angurriento.
Se fue el tiempo en que nos acostábamos en el cabo de la máquina para estirar un alambre con mordaza de dientes hecha por herreros que no eran otra cosa que artistas del hierro. No damos vuelta los pelegos cuando va a llover, y a tal punto llegamos, que cargamos las camionetas desde la ciudad hacia el campo con verduras, leche, carne, boniatos, papas, maíz, huevos, pollos de supermercados y hasta leña. Una pasadita por la farmacia para comprar seis o siete cosas que faltan en un botiquín familiar más completo que la despensa de mucha policlínica de los 90.
Definitivamente, las cosas en ganadería han cambiado mucho. Las familias rurales se resquebrajaron, se diluyeron en el espeso fluido urbano, y ya casi no se los reconoce. La mayoría vendió o arrendó sus campos a urbanos que les encanta el tema, pero que no podrían enfrentar la ganadería actual de la forma que está planteada, una por saber que los números son muy justos, otra porque sus propias actividades les demandan presencia urbana casi constante.
Pero todos saben que las soluciones vienen del campo. Y el campo necesita con urgencia soluciones. Las propuestas presentadas hasta ahora se han mostrado ineficaces, económica y ambientalmente insustentables y poco atractivas. Hace falta un sacudón, desensillarse de la ganadería pasada y empezar el camino inverso. Empezar a cargar la camioneta en el campo, producir nuestra propia comida y con eso reducir las paradas en las farmacias. Quizá solo al humano se le pueda haber ocurrido producir comida a partir de venenos. Somos geniales.
La carretilla de externalidades negativas que genera una mala ganadería para toda la sociedad no fue bien medida, aún. Desentendimos nuestra función. Al hacernos de un pedazo de campo, nuestra función es hacer comida. Hoy pensamos que es exclusivamente hacer plata.
Y de ahí surge la pregunta: ¿existe solución a todo esto? ¿Podremos llegar a una tecnología que nos permita disfrutar del campo, hacer nuestra propia comida sin venenos, viviendo con más salud y aún hacer plata con todo eso?
Pues existe. Se llama Ganadería Regenerativa, compendio de conductas amigables y rentables a cualquier escala, que unida a la potencia inconmensurable de la Agricultura Orgánica pueden transformar su vida y la de su familia para siempre.
Cuando un rural descubre que estuvo en ganadería toda su vida sin entender al pasto, pierde el estribo, y si no manotea las clinas, el porrazo es garantido. Así nos sentimos nosotros cuando encontramos las leyes de Voisin. ¿Pero qué estuvimos haciendo en el campo si nunca supimos que había un momento exacto para comer el pasto? Y así siendo, ¿por qué nadie nos lo dijo?
Hicimos 20 cursos en la vida, y en ninguno, ni por asomo, a alguien se le ocurrió que es fundamental aprovechar al máximo el potencial fotosintético (que ya es bien caro con los impuestos que pagamos sobre la tenencia de la tierra) valiéndonos para ello de un sencillo sistema de empotreramientos que puedan otorgar el descanso correcto a la pastura.
Resulta que el pasto no era un pedazo de plástico, en donde “había pasto” o “no había pasto”, y el suelo no era un “sustrato inerte” en donde obtenerlo, y fertilidad no era la cantidad de fertilizantes solubles que se le agregara, y si la cantidad de vida que tuviera.
11 largos años nos llevó entender estas cuestiones, aplicarlo, adaptarlo, errar hasta acertar, pagar el precio de remar contra la corriente y aun así abrir las puertas a divulgar y enseñar todo lo que hemos aprendido sin reservas. Más de 3.000 visitas al establecimiento, varias investigaciones, tesis, jornadas técnicas, de productor a productor, viajes, charlas, diplomados, pero aún nos parece poco.
En el ansia de llegar a todos los rincones con este conocimiento es que emprendemos un curso a distancia, llevando hasta el hogar del rural de alma la posibilidad de transformar su ganadería, conocer la Ganadería Regenerativa de mano del Voisin y entender cómo aplicarla en su establecimiento, desde una única vaca hasta grandes explotaciones agropecuarias.
Explicaremos todas las premisas indispensables para alcanzar el éxito, y acompañaremos el curso desde nuestro campo, respondiendo a las dudas que vayan surgiendo en nuestro lenguaje rural.
Ha llegado el momento.
La tecnología nos permite este avance, aprovechémoslo.
¡Hasta entonces!
Por más información acerca del Curso de Pastoreo Racional Voisin ingresa a: www.fororuralcapacita.com
Hola, me gustaria recibir mas informacion sobre el curso.Saludos
Hola Luis, te invitamos a que ingreses a: https://fororuralcapacita.com/
Da click en ese enlace, ahí podrás acceder a toda la información correspondiente al curso.
Cualquier otra consulta estamos a las órdenes!