Todo el que desarrolla un emprendimiento inicialmente como algo personal, sueña a medida que el tiempo pasa, que alguno de sus sucesores siga adelante con esa empresa. Que el fruto de tantos esfuerzos y sacrificios no muera con uno sino que subsista y crezca en manos de sus hijos, pasando del proyecto personal a la empresa familiar.
La empresa familiar ofrece muchas oportunidades a sus miembros: Ofrece la oportunidad de trabajar en un ambiente de confianza, afectos y contención; Nos ofrece la posibilidad de aprender de nuestros antecesores y de sus experiencias, buenas y malas; Nos permite integrarnos en un proyecto, que si lo sabemos llevar adelante, tendrá continuidad en el tiempo a través de nuestros hijos, algo que no se da en una empresa comercial.
Sin embargo, por cada oportunidad se contrapone una amenaza, sobre todo cuando abusamos o llevamos a los extremos determinadas situaciones.
Por ejemplo, si se abusa del parentesco a la hora de definir retribuciones, terminamos pagando sueldos excesivos por el trabajo que verdaderamente se hace, si se cometen errores pero se ocultan o toleran porque los hizo el hijo del patrón, la disciplina y el respeto se destruirán rápidamente. Si quien inició la empresa abusa de su autoridad, quiere tener siempre la razón o simplemente busca “aprendices eternos”, es muy difícil que otras personas quieran involucrarse, ya que se sentirán meros acompañantes, pero no protagonistas del negocio familiar. Si se confía exclusivamente en los afectos y no se invierte en la capacitación inteligente de nuestros sucesores, se corre el riesgo de sacrificar el futuro cuando haya que delegar la dirección de la empresa y no tengamos gente preparada en quien hacerlo.
Entonces, ¿cómo atesoramos las oportunidades?.
Es, básicamente, cuestión de trabajar con inteligencia y con un proyecto a la vista. Las empresas familiares no se improvisan, se construyen a partir de un sueño compartido y un fuerte deseo de trascender a través de la familia convencida y comprometida con un mismo proyecto.
Algunas pautas para lograr una empresa familiar:
Lograr un proyecto compartido.
La empresa pudo haber nacido de la idea del fundador o incluso de alguno de los hijos, pero habrá que saber interesar, entusiasmar a nuestros familiares para que se involucren y vean la posibilidad de realizar su vocación en dicho proyecto o en nuevos proyectos propios que complementen y hasta superen la idea original.
Interesar a los hijos en la actividad rural, será una de las acciones necesarias para que haya quienes quieran continuar con la empresa. Es patético ver a productores que se quejan de que los hijos no los acompañan cuando ellos mismos no son más que máquinas de quejarse y lamentarse de lo difícil que es todo, de lo malo que es el negocio y cosas por el estilo. Nadie quiere trabajar con gente pesimista o mufa, y no importa si el mufa es mi propio padre, ya que terminaré buscando mi felicidad y futuro por otro lado.
Conocer las expectativas de mis hijos y familiares y no forzarlos a seguir una carrera o actividad que no quieren. ¿Qué será lo que realmente desean ser o hacer mis sucesores?, ¿Qué actividades les gusta realizar?, ¿Son compatibles con algún negocio a largo plazo dentro de la empresa?, ¿Qué nuevos proyectos imaginan que podrían complementar las actividades actuales?, ¿Qué visión tienen del futuro del negocio?.
No cometan el error de querer presionar o forzar vocaciones . Las cosas por obligación, impuestas, o los intentos de manipulación generan resentimientos, bronca y a la larga terminan en la soledad y el fracaso.
Cultivar la comunicación.
Si se pusiera en el desarrollo de la buena comunicación el mismo énfasis y esfuerzo que se puso en la última década en el cultivo de la soja tendríamos muchísimos menos problemas. Analice a conciencia: ¿Qué hacen a la hora de almorzar o cenar en su casa cuando están todos reunidos? Hablan cambiando ideas sobre lo que pasó en el día, la marcha de las cosas, sus problemas y sentimientos o escuchan como hace ruido el televisor mientras mastican como rumiantes. No le demos mucha vueltas, si le quitáramos al televisor la mitad del tiempo que le dedicamos y usáramos ese mismo tiempo para cambiar opiniones, nuestra comunicación mejoraría fenomenalmente.
Otros aspectos pasan por escuchar atentamente a los otros en lugar de simplemente hablar o replicar, por ponerse en el lugar de la contraparte y sus sentimientos, por interesarse por los problemas de los demás en lugar de pensar exclusivamente en nuestras preocupaciones. La buena comunicación no se improvisa, se fomenta con mucho esfuerzo, pero si se logra da frutos mucho más rentables que el mejor cultivo.
Desarrollar actitudes y habilidades competitivas y transmitirlas a nuestros familiares.
Actitudes como el optimismo realista, la disciplina, la tenacidad, la responsabilidad, la honestidad, la austeridad, el buen humor, el compromiso con lo que se hace, el afecto y el interés por los hijos, solo se pueden transmitir con el ejemplo que demos cada día.
Si a esto le sumamos conocimientos como la capacidad de aprender, la buena administración, el desarrollo de visión estratégica, la creatividad aplicada a los negocios y la resolución de los problemas cotidianos, veremos como nuestra empresa familiar tiene la capacidad de ir construyendo, desde el día a día, su propio futuro.
Definir prioridades.
La empresa compite habitualmente con la familia por dos insumos fundamentales, tiempo y dinero.
Habrá momentos en que la prioridad será la familia y otros en que la prioridad será para la empresa, pero si las circunstancias que determinan esas prioridades no son comprendidas, negociadas y balanceadas con madurez y sentido común, en algún momento se producirán corto circuitos en los que alguien saldrá perdiendo.
Cada uno decide sus objetivos y prioridades, pero en términos generales la empresa es un medio de vida y la consolidación familiar es un fin al cual la empresa debe servir. Cuando la empresa se pone como fin absoluto, la familia por fuerza, baja al nivel de medio y las relaciones afectivas se resienten. Hay que dedicar el tiempo que sea necesario a explicarle a nuestros familiares que en ciertas circunstancias habrá que hacer sacrificios para sostener el negocio del cual vivimos y no perder de vista por el frenesí del trabajo cotidiano, que la familia también necesita que le dediquemos una buena cuota de tiempo.
Dedicar tiempo a consolidar los afectos.
Conozco hijos que no solo no conocen sino que evitan ir al campo de sus padres, ¿porqué?, porque esos mismos padres le han dedicado tanto tiempo a “SU” proyecto personal rural que los hijos sienten que han sido relegados a un lugar inferior y en consecuencia odian esa actividad que los dejó en muchos casos con un padre ausente. Ni hablar de con qué alegría venden campo hacienda y fierros el día que el padre ha dejado de existir…
La familia requiere tiempo y dedicación para cultivar los afectos. Todos nosotros sentimos y nos damos cuenta de cuando alguien nos acompaña físicamente pero está con la cabeza en otro lado o cuando la atención está puesta en nosotros y los proyectos compartidos – desde una salida para pescar, una caminata o las tan ansiadas vacaciones -. Una sugerencia al respecto, cuando se trabaja se trabaja y cuando se descansa , se descansa, así que evite llevarse a esa salida familiar planillas para completar, preocupaciones laborales o pasársela atendiendo llamadas por el celular, esto no es fácil, pero es muy importante lograrlo.
El afecto se cultiva y el mejor “fertilizante” es el tiempo dedicado a nuestra esposa y nuestros hijos en actividades que nos permitan unirnos, conocernos, divertirnos y forjar recuerdos que si además tienen, en determinadas circunstancias, el común denominador de desarrollarse en el campo permitirán consolidar la sensación de que la empresa y la familia se apoyan mutuamente y marchan en un mismo sentido.
Minimizar la improvisación
Muchas personas creen que las buenas intenciones alcanzan y son suficientes, pero la experiencia enseña que las improvisaciones cuestan caras y que si nos interesa nuestro futuro, lo mejor es trabajar en forma anticipada y ordenada para crearlo.
“La suerte no es fruto de la casualidad.”
La suerte se construye todos los días de nuestra existencia, desde nuestras actitudes personales, trabajando con entusiasmo, compromiso, esfuerzo e inteligencia y sin perder de vista las cosas realmente importantes de la vida.
Piense por un momento, reflexione, pregúntese:
¿Tiene la seguridad de que sus objetivos son compartidos por todos los miembros de su familia?, ¿lo charló alguna vez?.
¿Se está preparando alguno de sus hijos para gerenciar la empresa familiar el día de mañana?, ¿Confiaría en él la marcha de la empresa?.
Los conflictos, las discusiones, ¿son raros o frecuentes en su empresa?, ¿debido a qué?.
¿Cuánto “resto” siente que tiene para seguir cinchando de la empresa?, está formando a alguien para el día en que forzosamente deba delegar y “pasar la batuta”?
Estas y otras preguntas son las que solo usted, en el fondo de su conciencia puede contestar, sin engañarse, y las que le dirán si su empresa tiene por delante un buen futuro o si en cambio estará amenazada el día en que usted no pueda seguir a cargo.
Felicitaciones al autor! Excelente artículo.